Vivimos en un mundo que nos enseña desde pequeños a mirar hacia afuera, a buscar validación en lo que sucede en el exterior: los logros, las opiniones de los demás, las circunstancias. Pero hay una verdad profunda que ha estado oculta a simple vista, una verdad que, cuando la descubres, transforma por completo tu percepción de la realidad: eres Energía. No eres solo un cuerpo físico ni una mente llena de pensamientos. Eres parte de una vasta red de energía que lo abarca todo.
La sociedad, e incluso las estructuras de poder que rigen el mundo, han creado sistemas para que olvidemos esta verdad. Nos han hecho creer que lo que vemos es lo único real, que la materia es la base de todo. Sin embargo, la ciencia misma nos muestra que el 95% de lo que existe es energía y solo un 5% es materia. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? El mundo físico es solo una pequeña fracción de la realidad. El resto, esa vasta inmensidad, es energía en la que estamos inmersos.
Cuando comprendes esto, conectas con una sabiduría antigua que siempre ha estado dentro de ti. Puedes llamarlo Dios, el Universo, la Vida, la Fuente. No importa el nombre, lo esencial es recordar que no estás separado de ello. Siente ahora mismo tu pecho. Cierra los ojos por un momento, respira profundamente, lleva tu atención al latido de tu corazón. ¿Sientes esa calidez, esa tranquilidad que surge cuando dejas de lado el ruido externo? Eso es el principio de tu conexión con el TODO.
El verdadero poder no está en controlar lo que sucede afuera. No puedes cambiar a las personas, no puedes forzar situaciones para que encajen en tus expectativas. Pero hay algo que sí puedes cambiar: tú mismo. Y aquí es donde ocurre la verdadera magia. ¿Cómo hacerlo? Siente. En lugar de luchar contra las emociones incómodas, detente y obsérvalas. ¿Qué te causa esa discusión, esa crítica, esa situación desafiante? ¿Ansiedad, enojo, frustración?
Permítete sentirlo sin juzgar. Coloca tu atención en esa emoción, siéntela en tu cuerpo. Tal vez sea una opresión en el pecho, un nudo en la garganta, una sensación de calor en el estómago. No la rechaces ni la etiquetes como “mala”. Solo obsérvala. Cuando haces esto, estás permitiendo que la energía estancada se mueva, que fluya. Estás transmutando esa emoción. Y en ese simple acto consciente, algo cambia dentro de ti.
Ese cambio interno se refleja en tu realidad externa. De repente, las situaciones que antes te alteraban pierden su poder sobre ti. Las relaciones se transforman, no porque las otras personas hayan cambiado, sino porque tú has cambiado la forma en que te relacionas con ellas. Has dado tu primer paso para vivir en la frecuencia de un SER despierto, un ser que comprende que está aquí para evolucionar su alma, para experimentar el amor, la abundancia, la paz.